En un terreno rodeado de árboles de aguacate, la Shed House se plantea como una estructura abierta, elemental, donde el espacio no está determinado por el programa, sino por el uso que lo activa. El proyecto parte de una envolvente continua —entre shed y loft— que no organiza, sino que sostiene: un marco disponible para una vida en constante transformación. Construida en bloque visto, su materialidad no busca acabado sino permanencia. En el interior, un gran mueble de madera articula la casa y, al mismo tiempo, la narra: libros, objetos, piezas acumuladas con el tiempo configuran un inventario afectivo. El mueble no divide ni decora: expone lo vivido. Aquí el espacio no se reparte ni se controla. Se deja disponible. La casa no responde a funciones, sino a relaciones: entre lo íntimo y lo colectivo, entre lo natural y lo hecho, entre lo que se guarda y lo que se muestra. Es infraestructura mínima y relato en expansión.